Más de dos semanas hace ya desde que aterricé en Stuttgart para vivir una experiencia que llevo años esperando. Por fin, después de cientos de papeles, problemas y viajes de aquí para allá, puedo decir que estoy a un par de gestiones de olvidarme (de momento) de las gestiones burocráticas.
Han sido dos semanas muy intensas. No he parado desde que llegué entre una cosa y otra. He conocido a muchísima gente, me he vuelto a soltar con el inglés como hacía tiempo que no hacía (ay… I miss NY) y he confirmado que el alemán es tan complicado como pensaba. Entre esa tanta gente que he conocido desde entonces, hay un pequeño grupo al que le debo en gran parte el poder estar tan contento como estoy ahora. Charlas con unos, confesiones con otros, risas con otros y cenas en La Cocina. ¡Que ganas tengo ya de comerme una tablita de pulpo a la gallega o un bocata de calamares!
Anoche mismo volví de echar el día en Munich a lo que se va en esa fecha a la capital Bávara: Oktoberfest. La semana que viene nos toca la fiesta local: Cannstatter Volksfest. La siguiente quizás nos toque otro destino fuera de la ciudad, y es que es realmente barato viajar en fines de semana en tren: 7€ por coger los trenes que quieras (excepto los de alta velocidad, claro) en un mismo día. Algo así echo de menos en España.
Aunque no puedo contar prácticamente nada negativo, si que muchas veces siento que me falta algo. Echo de menos a mucha gente cuando visito la ciudad, cuando salgo de fiesta, cuando son las 5 de la mañana y sigo despierto, o cuando simplemente estoy en mi habitación sólo. Se que los veré pronto, pero me encantaría compartir muchas de estas experiencias con ellos en cada momento. Vendrán poco a poco, pero vendrán.