Quién sabe si existieron o no los Reyes Magos, esos Reyes que, guiados por una estrella fueron a rendir tributo y regalar oro, incienso y mirra a uno de los niños más pobres de Belén. Sea como sea, es una historia conmovedora y bonita, como muchas de las parábolas escritas en los Evangelios.

Quizás sea algo que nunca podamos saber, pero desde luego sí podemos analizar cómo se ha transformado la historia de esos buenos y solidarios Reyes de oriente. Y es que lo que un día fue una sorpresa, un hecho voluntario y solidario hacia una familia con pocos recursos se ha convertido en algo de lo más material, superficial y estúpido. Como en otros tantos acontecimientos, los regalos han obtenido un papel muy distinto.

Los Reyes Magos se han convertido en padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y buenos vecinos. Así mismo, el niño pobre ha pasado a ser el individuo pudiente, el que no necesita comida, medicina ni abrigo, el que tiene sus necesidades cubiertas de sobra.

Los regalos especiales o con significado han pasado a ser una cursilería. Ahora los regalos deben ser colonias caras que salgan en televisión (valga la redundancia), bolsos de Prada, Playstations o lo más especial y emotivo: dinero.

La voluntad de hacer un regalo se ha transformado en un compromiso del que más te vale no librarse si no quieres quedar mal delante de los que, guiados por la tradición aunque sin ilusión ninguna, te han regalado algo. De hecho, hasta la Real Academia Española reconoce que un regalo es:

Dádiva que se hace voluntariamente o por costumbre.

El que se haga una dádiva (cosa que se da gratuitamente) por costumbre ya me parece un hecho bastante feo. A mí, al menos, me parece contraproducente. Que un regalo se haga por tradición o costumbre implica que se hace por obligación o miedo a no quedar como un descastado y, por lo general, siempre se espera algo a cambio, pues crees que la otra persona piensa igual que tú.

Hace unos años (unos pocos…) supongo que el regalar cosas por fechas especiales estaba medio justificado por la falta de recursos de la gente en general. Si yo era carnicero y era el cumpleaños de mi vecina la costurera, no me vendría mal regalarle un buen chorizo y un salchichón (que a la mujer le sabría a gloria) ya que, de seguro, la vecina se comportaría (a sabiendas de que de eso dependería el regalo del próximo cumpleaños) y me haría un jersey de lana para mi cumpleaños. Era una especie de trueque. Sin embargo, ahora todo el mundo puede comprarse los jerseys que le dé la gana y los chorizos que quiera. Ya nuestro compromiso a la hora de hacer un regalo no es el dar a alguien algo que necesite, sino dar algo a la fuerza, lo necesite o no, le guste o no. Apuramos hasta el día antes de Reyes para buscar lo que sea, cualquier detalle que pueda evitar la vergüenza de no regalar nada.

Luego llega San Valentín, el día en que las parejas se quieren más que cualquier otro día del año y se regalan cositas. Qué más da si durante el año no le haces nada especial, lo importante es que el día de San Valentín le regales flores a tu chica. Así le demuestras que la quieres con locura. Este tema lo dejo para otro post cuando se acerque más la fecha.