Aún recuerdo cuando estaba en el colegio y tenía que dar la asignatura de Religión, en la que teníamos un libro lleno de cosas súper interesantes (Jesús andando sobre el agua, Moisés abriendo mares, etc) y muchas cosas para colorear. Todo el mundo deseaba que llegara la hora de religión, porque era una asignatura medianamente divertida y no había que pensar mucho. Claro que, pasan los años y te vas dando cuenta de que durante cinco o seis cursos te han ido guiando por un camino (de los miles que hay) sin que tú lo hayas pedido. Han estado condicionándote en una etapa en la que todo lo captas como bueno y verdadero, sin capacidad para refutar nada.

Cuando tienes una cierta edad (ocho años más o menos) te apuntan, por costumbre, al catecismo. Vas un par de veces en semana a la Iglesia durante un año para que una catequista te enseñe el camino verdadero, el bueno y el real: el del catolicismo. Ahí ya no sólo coloreas y escuchas de vez en cuando al profesor, sino que te toca aprenderte oraciones y rezar, a coro, con los demás. Te piden como tarea aprender una nueva oración para el próximo día, por lo que tienes que ponerte en tu casa a aprendértela. Conseguí aprenderme únicamente el Padre Nuestro. Para las demás siempre llevaba alguna excusa (joder, es que algunas eran muy largas…).

Afortunadamente tuve la suerte de ser un poco avispado y alejarme de eso cuando llevaba ya algunos meses en el catecismo. Pedí a mi madre que me quitara a pesar de la insistencia de mis hermanas por que hiciera la comunión y me llovieran los regalos. No me importaban los regalos, me estaban comiendo la cabeza y me estaba dando cuenta.

Al llegar al instituto se me ofreció la posibilidad de elegir una asignatura alternativa. Manda huevos, el distinto era yo por no querer dar una asignatura de religión católica en un estado aconfesional. A fin de cuentas, podemos decir que la religión es una asignatura obligatoria en la educación española, ya que, aunque tienes la opción de evitarla, pierdes dos horas semanales sin hacer nada (nada, en mi caso). Yo, ateo, me encontraba en una clase alternativa junto con evangélicos, musulmanes, y gente de otras religiones. Y pensaba yo: Joder, el raro no sólo soy yo, sino todos los que no son católicos.

Ahora he leído que Ernest Maragall ha propuesto que la asignatura de religión no se integre en las 30 horas semanales de horario escolar. Así, el que quiera dar religión en la escuela, tendrá que ir un par de horitas mas. Aún pareciéndome una medida insuficiente, la veo bastante acertada.

Poquito a poco la vaca se comerá la montaña.